jueves, 3 de noviembre de 2011

Carpe diem

Un amigo llega y te gana. No sabes por qué pero, como el mejor de los imanes, algo te atrae de él y cuanto más cerca estás, más atracción y no te da miedo, incluso te alegras por sentirla. Algo tiene que te hace feliz. El tiempo os va uniendo más y más. Palabras, secretos, miedos, locuras, alegrías, miradas de complicidad que dicen todo sin decirlo, deseos, consejos, sonrisas y lágrimas compartidas... pequeños detalles que hacen que esa persona se vuelva indispensable para ti. Y estás pletórico porque le tienes a él, a un amigo que está dispuesto a compartir contigo momentos inolvidables, buenos y malos, y cuando le miras y ves lo mismo reflejado en sus ojos sólo puedes hacer dos cosas: abrazarle y sonreír. Y te sientes bien y no piensas en el futuro. No sabes si esa amistad durará para siempre, ni siquiera se te ocurre pensar en una traición, sabes que quizás vuestros caminos se separen algún día, pero eso da igual porque lo que has vivido con él ha sido realmente bonito. Has exprimido con él cada momento al máximo y eso ya nadie os lo puede quitar. Pase lo que pase, nunca te arrepentirás de haber tenido un buen amigo. Siempre le recordarás con una sonrisa en la cara, y al final quedará lo bueno. El amor debería ser como la amistad, pero el amor nos da miedo. Cuando sentimos el imán del amor, instintivamente hacemos que los polos se repelan, en vez de dejarnos llevar y ser atraídos. Nos da miedo sufrir, nos da miedo sentir, pensamos en el futuro una y otra vez y nos perdemos a esa persona, a ese imán que podría ser tan potente que nada ni nadie fuera capaz de separarte de él. No te pierdas el presente. Arriésgate cuando encuentres un imán, porque el que no arriesga no gana. Puede que tengas mala suerte, como ocurre algunas veces con los imanes que acaban perdiendo su magnetismo. Puede que pierdas, pero al menos habrás vivido momentos que merecen la pena. ¿Y si ganas? (S)

No hay comentarios:

Publicar un comentario